INICIACION DEPORTIVA,FUNCION DEL ENTRENADOR Y PRESION DE LOS PADRES

Hay diversas opiniones en cuanto a cuál es la etapa ideal para la iniciación en el deporte, pero todos concuerdan que ésta puede llevarse a cabo cuando el niño ha desarrollado el necesario nivel de aprendizaje para el deporte que ha escogido.

Cuando se trabaja con chicos es muy importante implementar su enseñanza basada en una sólida y atenta comunicación, ya que en el deporte se puede hacer daño a los 7 u 8 años y verlo reflejado a los 12 o más tarde. Por eso es importante el rol de la psicología en el campo de la observación y prevención, remarcando que toda exigencia y manejo de presiones externas deben estar de acuerdo al nivel de preparación mental de cada jugador o equipo.

A veces observamos que entre lo que se debe y lo que se debería es abismal, viendo a chiquitos de cinco o seis años entrar en el campo de la competencia como víctimas de padres y entrenadores bajo la influencia de una sociedad exitista. Los niños orientados a la búsqueda constante de resultados sólo sienten placer en función del éxito y del reconocimiento obtenido. En caso de no conseguirlo, son incapaces de hallar satisfacción en el esfuerzo aplicado, lo que va transformando en el niño la tendencia a evitar resultados negativos con poca tolerancia al error, rehusando tareas difíciles donde pueda quedar implicada su autoimagen.

Si bien la competencia forma parte de todo deporte, no es el eje principal sobre el cual se edifica la niñez, y menos en edades donde lo único que el niño quiere es jugar y divertirse. Es muy importante que los padres o tutores puedan facilitar el acceso a diversas disciplinas pudiendo elegir cuál es su deporte predilecto. Muchas veces, el deporte conserva un lugar de ilusión en el imaginario de la mayoría de las personas, relacionándolo con el ascenso social y económico. ¡ERROR! Hay que comenzar a cambiar el discurso de ser competitivo por el de ser competente. Dentro del campo de los menores la competencia forma parte del juego, pero no como eje central. Es una categoría más, pero no la fundamental.

Desde que nace, la prioridad principal del niño es el juego. Ya a los 5 ó 6 años están capacitados para las tareas en grupo, tratando de desarrollar todo el potencial de movimiento con tareas afines a su grado de evolución. A esta edad se posee un pensamiento concreto, con operaciones realizadas sobre la base de la realidad. Sólo se quiere jugar, predomina el juego espontáneo, la diversión. No se trata de dirigir el juego ni sobresale el premio como parte del juego. A esa edad quieren jugar con otros y no contra otros.

A los 7 u 8 años comienza el pensamiento abstracto y la expresión de habilidades técnicas, y una mayor destreza motriz en el aprendizaje de las mismas. Es cuando se comienza a separar al niño por categorías. En esta fase, si se coloca al niño en una cancha con altos ideales y si éstos no se alcanzan, lograremos jugadores con miedo precoz a la frustración, niveles de ansiedad y de estrés. En esa edad, el niño tiene un umbral de aprendizaje, y no es bueno ir por debajo ni por arriba del mismo. Se debe trabajar sobre los valores del juego, la diversión, el placer, la creatividad, remarcando el desarrollo de la motivación y el trabajo en equipo. El niño seguramente quiera jugar como los adultos o su ídolo preferido, pero es tarea del educador de ayudarlo a pensar que para poder cumplir sus ideales se necesitan valores como tolerar errores, capacidad de espera, esfuerzo, etc. Valores que irán formando las actitudes sobre las que se edificará el espíritu deportivo.

Entre los 10 y 12 años ya hay aumento de coordinación y manejo interno y externo de atención, lo que permite comenzar a trabajar la parte estratégica del juego. Hay noción de reglas, del otro diferente a mí, del esfuerzo y el sacrificio, donde la parte volitiva comienza a integrarse a la motivación. Una de las cosas más importantes cuando se trabaja con chicos es saber diferenciar entre lo prioritario, que es la enseñanza, de lo lúdico y lo accesorio, que es el resultado. Hay que poder blanquear siempre las diferentes realidades. Se debe remarcar, incluso a costa de ser machacón, un concepto clave: no quedarse pegado en el resultado. Innumerable cantidad de veces solemos escuchar frases como “hoy tenemos que ganar”. Reflexionemos juntos: ¿Y ayer no, y mañana tampoco? ¿Qué significado posee la palabra ganar? ¿Qué clase de carga psicológica o mandato transferimos al niño?

El entrenador no puede estar distraído más allá del juego, necesita realizar una inicial lectura de las diversas personalidades en formación. A alguno será conveniente activarlo, otro estará excesivamente motivado y sale a 120 kilómetros por hora, otro está angustiado, otro posee cierta característica melancólica y necesita refuerzo interno, en otros su rendimiento estará condicionado a la presencia o ausencia de los padres y, en esos casos, se necesitará cumplir el rol de objeto externo de seguridad y sostén.

A veces, la familia o el profe se extralimitan y bajan a un discurso que el niño no entiende. Los padres deben acompañar a jugar a sus hijos y no a ganar, de lo contrario los chicos terminan comprando el discurso de los padres y se desdibuja la elección. Si los dejan elegir, es distinto el resultado. Podemos graficarlo desde dos tipos diferentes de miradas: uno, el que le pregunta al hijo luego de un partido: ¿te divertiste?; y el otro, que pregunta: ¿ganaste? Muchas veces, el hijo pasa ser la el reflejo narcisista de todo aquello a lo que los padres no pudieron acceder y esto hay que advertirlo a tiempo.

El cuerpo técnico debe tener un catálogo normativo para padres y lograr que éstos colaboren con el equipo en forma positiva apoyada en valores de crecimiento. Poder integrarlos de alguna manera al equipo, pero desde otro rol. Por ejemplo, encargarse de las equipaciones cuando se juega de visitante, ayudar a recoger el material de entrenamiento, participar en algún juego, encargarse de los coches para llevar y traer a los chicos aprovechando en ese espacio para sostener una conversación abierta sobre los comentarios tanto al ir como al volver de las prácticas y partidos, elegir un capitán del equipo de padres, una madre que se ocupe de las carteleras, otro padre que se encargue de la disciplina de los propios padres, crear un reglamento normativo para padres que lo firmen todos como un reglamento de convivencia, ya que muchas veces éstos se desdibujan del lugar que ocupan para transformarse en uno más de la locura de la hinchada. Padre que grita y no respeta al hijo, tarjeta amarilla; a las tres tarjetas amarillas, tarjeta roja sin poder asistir a determinada cantidad de partidos. Ante situaciones de vergüenza y creación de límites acción-reacción, comienzan a cambiar aprendiendo tardíamente de sus conductas antideportivas. Como dice el video y parafraseando a Joan Manuel Serrat “Padres, dejen de joder con la pelota”.

Estas actividades ayudan a que el padre no sea sólo un simple espectador observando y criticando conductas, permitiéndole formar parte de los aspectos lúdicos del juego, generando un rol y una pertenencia externa al equipo de sus hijos. A los doce años generalmente se abandona el deporte porque se cansan, pudiendo ser retomado más tarde. Muchas veces, estas situaciones son producidas por déficit o por exceso de presencia paterna. ¿A qué me refiero? Los chicos necesitan estar sostenidos por la mirada de sus padres, ser alentados, dando lugar al desarrollo de una sana autoestima. Cuando hablamos de presencia en exceso nos referimos a la extrema presión paterna, donde no juegan por su deseo de participar sino para satisfacer a los otros. Muchos sabemos de grandes profesionales que han tenido que dejar el deporte por estas razones, como un famoso tenista argentino recientemente desvinculado del deporte profesional.

En el deporte, la figura del profesor se vuelve muy importante. A veces, el deporte es el profesor; él es el experto y la figura de identificación más importante. El niño juega, se equivoca, se enoja, comparte con otros, se desconcentra, se desmotiva, se frustra, quiere resultados rápidos, se siente evaluado todo el tiempo. Detrás de la actividad pedagógica hay una enseñanza que no puede pasarse por alto, que es el aprendizaje de vida de cada situación deportiva, que le permitirá ir encontrando soluciones ante situaciones aprendidas. Ése es el rol más importante de los que estamos implicados en la prevención, salud y educación de nuestros jugadores.

Todas las experiencias deportivas son en sí muy intensas, pudiendo pasar en un breve período de la exaltación a la caída, de la sobreactivación a la desmotivación. Son ésos los momentos vitales donde la presencia del entrenador toma un papel preponderante desde su palabra y ejemplo. Nadie puede poner en juego lo que nunca ha recibido o le han enseñado.

El profesor se torna en un modelo a imitar, y muchas veces parecen semidioses, por eso es importante la comunicación del entrenador de forma normativa y coherente, relativizando los resultados, remarcando los principios del esfuerzo y los valores internos de la competencia.

Julia Alvarez Iguña

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